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El régimen del 78: ¿un problema sin solución?.

Pues sí, no tiene solución: la corrupción anida en el poder supremo, el ejecutivo, y por ende, en todos sus apéndices, el legislativo, y por supuesto, el judicial, fundándose en La ilegítima (la Constitución de 1978).

Es de necios buscar solución sin neutralizar a los enemigos internos de España, los  antiespañoles (en sus diversos formatos rojo, separata y sus diversas corrientes).

Aquí se da trato de favor a los golpistas catalufos, a los profanadores de Franco, a la narcoterrorista Delcy Rodríguez, a ISIS (Illa, Simón, Iglesias y Sánchez) en medio de este genocidio “plandémico” y no pasa nada.

Aquí no se procede al escrutinio general (definitivo) de los procesos electorales, incumpliendo el judicial lo dispuesto en la legislación electoral, se denuncia, pero no pasa nada.

Como ven, de este régimen no se puede salvar nada (ni tan siquiera la monarquía por su manifesta complicidad con la traición que no es otra que acabar con España e implantar el comunismo al servicio del globalismo).

Pregúntese y le repondemos:

  • ¿Para qué vale el dinero que el sicariato de la Montero, o sea, la AEAT les trinca?. Para que los globalistas, esencialmente antiespañoles (el degenerado rojerío y el ignominioso separatismo), que vive a costa de España, odiándola, pueda organizar “exposiciones” de dibujitos hechos con sangre del chichi o para que la Batet, oprobiosa presidente del Congreso, se lo lleve crudo (30.000 euracos a costa de España este mes de diciembre 2020) o para que la vicemierda del Ayto de Valencia, una tal Sandra Gómez, nos recuerde que “Dios también salió del coño“. Disfruten los escupitajos de esta escoria globalista antiespañola, que tendría que estar ilegalizada, juzgada y condenada. Como ven, las hembras están desbocadas. Así nos va. Eso sí, la historia demuestra que si hay que batirse el cobre, ellas se quedarán en casa, resguardaditas, y ellos, como peleles programados por ellas, a pelear.
  • ¿Para qué vale nuestro ejército de nenazas privilegiadas uniformadas?. Para seguir vegetando cuan funcionarios ociosamente majaderos. Mientras los jubilados braman por la necesidad de actuar y “fusilar a 26 millones de hijos de puta” (no sabemos si personas, animales o ambos) y todos los antiespañoles se les echan encima como hienas, cuando los rojos se plantean fusilar “fascistas” no se cortan, aún cuando tales palabras vengan de un catalufo antiespañol con pinta de señorita atocinada. Como verán, sólo hay dos opciones: o los soberanistas o los globalistas, pero ningún arreglo ya es posible.

Ahí tienen al niñato estrogenizado y con más carnes que un puerco de Navidul, haciendo proselitismo de un potencial genocidio, el de los españoles que quiere liquidar.

¿Y si no hay solución qué hay que hacer?.

Dentro de lo posible y lo probable, el escenario es claro: a falta de arredros (una triste realidad), lo más probable es que, como hasta ahora, España siga siendo un territorio donde el concepto de Estado, desde un punto de vista globalista, se anteponga al de Nación, a fin de seguir siendo de una parte, una aventajada alumna de la Agenda 2030, que gestiona en España ese resto degenerado del régimen franquista que es Iglesias, y de otra, la putilla de EEUU, la UE y el RU, con la que pueden aparearse cuando quieren, y lo mejor de todo: gratis.

Dentro de lo posible, pero improbable, vemos dos escenarios:

A) El de una España que anteponga, bajo un prisma soberanista, el concepto de Nación sobre el concepto de Estado, replegándola sobre sí misma. Para ésto se requiere de una fuerza opuesta a la actual que la neutralice y la venza.

B) Una suerte de “estado” fundado en criterios islámicos (sí, ha leído bien) habida cuenta que España renunció al catolicismo que lo verterbró durante siglos, y que el  grueso de quintacolumnistas  musulmanes que anida en España, inicialmente  “aliados” coyunturales de las fuerzas globalistas por éso de la “paguita¨, no cabe duda que les detestan en tanto nada tienen que aportar (salvo antivalores propios del globalismo y entre otros el ateismo). Estos quintacolumnistas saben muy bien que la nación (o la civilización) que renuncia a su religión está condenada a desaparecer. Y así será de una u otra forma.

Ahí lo dejamos.

 

 

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