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Si hoy reapareciera algún estadista del siglo pasado, la gente sencillamente le seguiría por hartazgo de tanto globalismo. En este fotograma pueden ver cómo reacciona el pueblo alemán, espontáneamente (y para sorpresa del propio director y del protagonista) ante la «reaparición» de Hitler en la película Ha vuelto (2015) y cuya visión les sugerimos. La hicieron para riduculizar a Hitler y consiguieron el efecto contrario. Los diálogos son divertidos pero a la vez de una profundidad conmovedora.  Véanla y sabrán de lo que hablamos.

Por simple física, nada se crea ni se destruye, se transforma.

El liberalismo y el comunismo son piezas que encajan perfectamente, para parir   nuestro enemigo: el globalismo.

Desde el fin de la II GM (Guerra Mundial), se ha implementado el plan globalista, dando lugar, a base de propagada, falacias y sofismas, a las sociedades actuales que han devenido en un cuerpo social enfermo apto para el sacrificio, pidiendo tierra.

En China, el capitalismo de estado (comunismo) ha parido el comunismo de estado (liberalismo). En lo que llamamos Occidente, a la inversa.

El vaciado de principios morales, familiares y sociales con técnicas de ingeniería social, nos ha abocado a la teminalidad y de ahí a la extinción.

El individuo no importa. Importa el rebaño. El primero es más imprevisible. El segundo todo mansedumbre.

En España, con esa llamada «transición» diseñada por EEUU en colaboración con la Alemania Occidental de entonces, nos impuso, mediante el engaño de los lacayos políticos de entonces un plan para conseguir su  objetivo: la anulación de la Nación por el Estado y la liquidación del individuo diluido en una sociedad terminal.

Hoy todo se tiñe de palabras vacías en pos de la decadencia precedida del colapso, con la firme determinación de acabar con ese antiguo orden e imponer, por el miedo (dictadura covidiana) bajo apariencias «democráticas» que recurren consistente y reiteradamente al tongo, ese Nuevo Orden Mundial.

¿Qué les dicen estúpidas y vacías palabras como resilencia, sostenible, verde o inclusivo?. Nada, pero la progapanda de los paniaguados medios de comunicación (el 99% si quieren comer) las imponen.

Liquidan nuestros valores, nos mestizan (dilución de toda  raza y cultura) y nos genocidan, privándonos de nuestra esencial identidad.

El objetivo es reducir población que ya es un excedente insoportable por la eugenesia y la enfermedad inducida por el aislamiento, la propaganda, la «alimentación», los «medicamentos», o las «vacunas», etc.

Eso cuando no genocidan abuelitos en esas postrimerías de la edad para que se mueran de miedo, enfermedad y pena.

Menos mal que Pablo Iglesias asumió el mando único de los geriátricos y evitó un «genocidio» que hubiera provocado millones de ancianos liquidados «dejándolo» en pocos cientos de miles con todo este cuento covidiano (entiendan la ironia, por Dios).

Se trata de acelerar la  imposición del globalismo y «todo por nuestro bien», que es el de la oligarquía, que no el nuestro.

Prueba de ello es que desde hace décadas asistimos con indolencia mayoritaria, a la liquidación del pueblo español (con la idea de España no pueden por ser algo tan compactado y sedimentado que no hay gota de agua que pueda diluirlo).

Por ello, cualquier persona inteligente sabe que España merece la pena, a diferencia de su sociedad terminal, conformada por el mezquino, cobarde, envidioso y despreciable pueblo español que merece, en justicia, lo que tiene y de lo que disfruta o padece, según quieran engañarse o afrontar la verdad.

No sólo no tiene bastante con ser pastoreado por lacayos del NOM (el representante para España de la Agenda 2030 es Pablo Iglesias), sino que se rien en su cara y lo permiten (el tonto Simón y sus risotadas sobre el genocidio plandémico o la ricachona de Neguri Celáa y sus carcajadas sobre el notable retraso en la asignación de material informático a alumnos en situación precaria son algunos ejemplos).

Fíjense en un prototípico individuo, con vocación de Romanov y con un probable destino dramático a lo Ceauscescu si el Altísimo no lo remedia, que nunca asume culpas, siendo la causa de todos los males de España, los de siempre, es decir Aznar, Franco, los Reyes Católicos, los visigodos y por supuesto, la Roma imperial.

El es un subproducto como resultado final distópico.

Para una parte sustancial de pueblo español tal sujeto es una rata; un cheposo; un hijo de terrorista; un macho alfa que cambia de jaca como de calzoncillos y a nuestra costa; un parásito; un progrejeta de Vallecas con vocación de Marqués de Galapagar; un equizofrénico ideológico que odia a España, mientras «dimite» para ser cesado a fin de pillar «cacho» y  cobrar de España (como todos los progrejetas y separatas), sin dar palo al agua para el resto de su vida;

Más allá de lo anecdótico veamos más allá del bosque: este sujeto como vivo retrato de una sociedad terminal es un resultante de nivel intelectual escaso, plagado de complejos, sin capacidad para ganarse la vida honestamente si no es parasitando de lo público, mezquino, sin principios ni ideas propias y lo más importante: es el comisario político de la Agenda 2030 del NOM.

En el fondo, es un villano de una novela distópica que fascina a una parte de la masa y se hace de odiar para otra parte. Encarna a una gran parte de esete miserable pueblo español, pero no es peor que  una parte de ese pueblo.

No es un comunista aunque lo diga (pues avergonzaría a Lenin, a Stalin o a Castro); no es es un «neofalangista» aunque hable de Patria (avergonzaría a JAPR); no es un soberanista (es un globalista aupado por la medicridad como comisarío político del NOM, que tiene que comer como cualquier carroñero y parásito ).

A una parte de esta sociedad terminal el tal Iglesias (manda mecha que su nombre y apellido coincida con el fundador de esta lacra, con carácter crónico, que ha sido el PSOE durante tres siglos) le produce entre admiración (por ignorancia o maldad) y envidia.

Hay mucho español con vocación de comisario político del NOM en modo Iglesias en tanto que como bien diría Napoleón, a los oprimidos no les importaría convertirse en opresores.

Pero también decía Napoleón que el primer bien de las naciones reside en su independencia y en su existencia política, justamente aquéllo que el NOM está anulando utilizando a sicarios como Iglesias.

No carguen más las tintas sobre la chepa del «pobre» Iglesias, en tanto que es un espejo en que una parte del pueblo español puede verse reflejado y como el perro rabioso muerde, hace simplemente lo que se espera de él: servir al globalismo.

Soldaditos como él, traidores, cobardes y codiciosos son legión en esa suerte de ejército mercenario utilizado por las oligarquías globalistas,  que al final dejarán tirados, como juguetes rotos y a merced del tumulto cuando ya no les necesiten y ahí si que ésos que se sientan traicionados no serán magnánicos ni perdonarán.

Ese NOM, enn España y en una gran parte del mundo están utilizando una piedra angular: el miedo.

Está siendo utilizado con notable éxito por estos esbirros en la dictadura sanitaria covidiana con la cooperación necesaria de todo el sistema sanitario y propagandístico, dentro del contexto de la plandemia que padecemos.

Obviamente, si hubiera HOMBRES y MUJERES con mayúsculas, como los de antes, dispuestos a combatir y morir, ésto no sucedería, pero señores, están instalados en un rebaño infantilizado.

Particularmente este cobarde, mezquino y envidioso pueblo español pide más castigo en el tercio de varas y banderillas, para al final, disfrutar del último aliento tras una sobresaliente estocada de muerte. Eso sí, a lo grande, en Las Ventas, para que luego, el despreciable parásito de turno que los torea, se lleve por su faena (en sentido polisémico también) orejas y rabo. Aunque eso sí, más o menos, merecidamente, aún cuando no haya supuesto gran esfuerzo ante un toro tan mansurrón.

Y como este vertedero en lo que han convertido España no se merece más lineas en tanto la única solución posible, aunque retrasada por la cobardía del pueblo español  es  una rebelión (pacífica en el mejor de los casos) con todo lo que pueda implicar, no vamos a gastar más tiempo.

Allá les den a esos españoles cobardes y a los mercenarios parásitos que les torean.

Recuerden que el pueblo español no se está perdiendo porque los viles les acometan. Se está perdiendo porque los buenos no hacemos nada, quizás esperando nuestro momento, ante la mesnada justita de fuerzas, como por otra parte es natural.

Después del precedente desahogo, sincero y fundado, hemos de rendir homenaje a un «franquista», el Gral. D. Manuel Monzón Altolaguirre, fallecido recientemente. A riesgo de que nos cuelguen palabras «mordaza» tan propias de las internacionales comunistas estalinianas, hemos de decir que fue un patriota, fiel a España y a sí mismo. Fue liquidada parte de su familia (22 personas ni más ni menos) por el rojerío (bando «republicano», en realidad, comunista). Fue huérfano gracias a Carrillo (quien ordenó liquidar a su padre en Paracuellos),  paracaidista en Ifni, espía en la URSS, portavoz del Ministerio de Defensa y tantas otras cosas. Sabemos que la muerte no es el final, y que Monzón se fue al puesto que tiene allí para hacer guardia desde luceros y velar por nosotros (los que aún no hemos sido zombificados).

Por último, y este es el núcleo capital de esta entrada, tenemos que referenciar un señero (y novedoso) análisis relativo a un trabajo de alguien sin complejos, don Francisco Vila Conde (alguien que con su privilegiada cabeza dará mucho que hablar, y para bien).

Estamos ante un trabajo publicado, e interesantísimo, titulado La dictadura y la Constitución española de 1978.

Sucintamente, la dictadura es un tabú en los regímenes liberal-positivistas. En ellos, el sustantivo dictadura sólo es empleado para designar y denostar al enemigo político. Empero, esta vulgarización del término en nada contribuye al estudio de la dictadura como institución genuinamente jurídica. En este trabajo, se analiza la dictadura desde su dimensión jurídica en relación con un tema de actualidad, el COVID-19, y su posible encaje o no dentro del sistema.

A nuestro juicio estamos ante una dictadura comisaria, que no soberana, que conculca la ya superada Constitución de 1978 (una consecuencia más que previsible, ya anunciada hace décadas por algún notabilísimo patriota ya fallecido) que ha permitido convertir lo excepcional en norma y no rendir cuentas a nadie, en una moneda corriente.

Sigan sufriendo sin rechistar mientras ven como las paguitas abundan, aunque eso sí, no precisamente por ser voluminosamente generosas (todo lo contrario).

Les invitamos a leerlo, absteniéndose todo aquél que no esté cultivado (por incapacidad, molicie o malicia), por lo que resulta evidente que sólo será leído y reflexionado por una selecta minoría en la que nos encontramos (no tenemos que hacer gala de modestia en tanto a cada cual, lo suyo).

Y para el resto, que será mayoría, y que no llegará a aprehender (con «h») el contenido vertido en tal trabajo académkico, pues continúen siendo afirmacionistas de la estupidez, eludiendo ser negacionistas para no contravenir la «verdad» (la propaganda) impuesta por ley en este mundo degeneradamente globalizado y que no les ha traído más que la desgracia a una gran mayoría de ovejitas que se precipitarán a la voz de su pastor, por el precipicio. Eso sí, el pastor no será tan gili como para precipitarse.

A partir de todo lo antedicho quizás pensarán que somos fascistas, nazis, fachas, franquistas, racistas, homófobos y demás retahila estúpida tan «comunista» que tan interiorizado tiene el progrejeterío (que son verguenza de cualquier comunista). Francamente, nos da igual porque vendrá de sujetos reducidos al subproducto distópico más deleznable.

No sen engañen: lo importante es que somos mejores, que estamos mejor formados, que tenemos la razón, que podemos entregar nuestra vida por una noble causa, que tenemos la verdad, que Dios está con nostoros, y que al final, como es natural, nos impondremos, a pesar de ellos.

Por éso somos optimistas a pesar de todo y de todos. Al fin y al cabo, como soberanistas somos soldados espartanos, acostumbrados a los reveses, a la temporalidad, a las carencias, a la disciplina y a la inclemencia para la victoria final. Mientras, el enemigo globalista, como subproducto de la última micción del ahorcado, que intenta ir contra natura, sólo está acostumbrado a la molicie, la holgazanería, el parasitismo, al fracaso y la derrota final.

Por PxE